El ser humano suele funcionar en base a certezas y, luego de la pandemia, desaparecieron muchas de ellas, ya que no se sabía cuánto tiempo iba a durar la crisis sanitaria, cuáles eran sus causas o tratamientos y todo esto se vio agravado por seres queridos que fallecieron.
Vivien Lyng, psicóloga de Clínica Ciudad del Mar, explica: “Una de las cosas que empezaron a faltar durante este tiempo fue la capacidad de adaptación. Las personas que se adecuaron más rápido y tenían una personalidad que les facilitó acoplarse a nuevas situaciones, tuvieron mejor pronóstico, pudiendo empezar a funcionar de acuerdo con las restricciones e indicaciones que se iban generando. Sin embargo, hubo personas a las que les costó mucho más este proceso y que se resistieron a los cambios, provocando sentimientos de rabia. Hoy estamos viendo un gran nivel de violencia, el cual puede ser el reflejo de toda la molestia acumulada”.
El impacto que ha generado el coronavirus en la salud mental, dependerá de las características personales, ya que algunas realidades se han visto afectadas por otros problemas como falta de trabajo y de acompañamiento.
“Las normas sanitarias han repercutido en personas que tenían patologías prolongadas o declaradas. A medida que se han flexibilizado las políticas, la zona de confort que se encontró en los hogares y espacios propios, ahora se ha visto afectada por el proceso de retomar la cotidianeidad, es ahí donde se muestra otra vez la capacidad de adaptación al cambio”, indica la especialista.
La mejor manera de enfrentar este nuevo escenario epidemiológico es hacerlo de forma paulatina, respetando los tiempos de cada persona, para no generar una sensación de inseguridad que termine afectando la salud mental.
“Respecto a las sensaciones de miedo e inestabilidad por salir de la casa a realizar actividades donde habrá más gente, ha existido un aumento en síntomas como crisis de pánico o de ansiedad, lo que se ha denominado como el síndrome de la cabaña, que consiste en que el paciente asume una zona de seguridad y le cuesta mucho salir de ella. Hoy los trabajadores han vuelto a su jornada laboral presencial y los escolares a clases, y muchos de ellos se niegan a soltar lo que les costó adaptarse a estar en casa, por eso, comienzan a preferir lugares donde se sientan seguros”, menciona la psicóloga.
Para lograr identificar problemas en la salud mental, es necesario diferenciar el estado pre pandemia de la persona y analizar si ha cambiado de carácter, o hubo un aumento de consumo de alcohol, drogas, comida, tabaco, entre otros, que son adicciones a las que se recurren cuando existen periodos de estrés. Si esta situación es persistente, es momento de pedir ayuda a un especialista.
Finalmente, Vivien Lyng agrega: “Como recomendación para retomar hábitos normales, es necesario hacerlo de forma progresiva y tener en cuenta que todos tenemos tiempos de adaptación distintos, de tal manera, que hay personas a las que les va a costar más y, como sociedad, debemos respetar y empatizar. Frente a la sensación de vulnerabilidad en espacios públicos, si se sienten más seguros con mascarillas, pueden seguir usándolas. En cuanto a las actividades al aire libre, está comprobado que el ejercicio activa neurotransmisores que están asociados con el placer, la motivación y activación, por lo tanto, hay una relación directa entre una buena salud mental con actividades en el exterior”.