A comienzos de la década de los 80 empezaba a hablarse de los efectos del adelgazamiento de la capa de ozono en nuestro hemisferio, y pocos dimensionaban lo que hoy es evidente: el aumento progresivo de los niveles de radiación ultravioleta dañan la piel y también los ojos.
Al exponerse constantemente al sol y con el paso del tiempo esto puede causar severos problemas a la salud, desde quemaduras, lesiones oculares e incluso cataratas. Así lo explica el Dr. Arturo Trincado, oftalmólogo de Clínica Ciudad del Mar, quien señala que es importante tener cuidado con el reflejo de ciertas superficies.
Y es que la radiación ultravioleta puede afectar de manera directa desde el sol, pero también puede ser radiación reflejada. Esto es la asociada al suelo o piso, muros, cerros, cuerpos de agua, etc. Por ejemplo la nieve puede reflejar del orden de un 80% de la radiación que recibe, mientras que el pasto refleja el 10%, la arena seca de la playa un 15% y el mar un 25%. Cabe señalar que las horas de la mañana y la tarde, cercanas al medio día, son las más críticas.
El profesional precisa que quienes se exponen sin protección por largos periodos al aire libre sufren con más frecuencia de patologías de la superficie ocular como Pterigión, que es una membrana vascularizada que invade la cornea y progresa hacia la pupila, o una Pingüecula, lesión de color amarillento cerca del limbo corneal.
Al igual que en la piel, en la conjuntiva ocular pueden crecer lunares o “Nevus conjuntivales” y estos también se pueden malignizar.
Otro de los riesgos es la “Queratoconjuntivitis actínica”, en que la radiación ultravioleta actínica (UVB) es fuertemente absorbida por la córnea y la conjuntiva. La sobre exposición de estos tejidos provoca una queratoconjuntivitis cuyo periodo de latencia varía en razón inversa de la intensidad de la exposición, desde 1,5 a 24 horas, pero normalmente es de 6 a 12 horas; el malestar suele desaparecer en 48 horas como máximo. A continuación aparece una conjuntivitis que puede ir acompañada de eritema de la piel alrededor de los párpados.
En personas que se exponen a mirar directamente el sol, la retina o capa interna del ojo puede sufrir una “Maculopatía actínica” o quemadura. Además, hay una patología de la retina llamada “Degeneración Macular Senil”, que causa pérdida de la visión y que, entre otros factores, se relaciona con la exposición prolongada al sol.
A lo anterior se suma otro riesgo: cataratas, producto de una opacificación del cristalino, que es el mayor filtro que tenemos a la radiación ultravioleta.
Sin vuelta atrás
El doctor Trincado explica que el único cuadro reversible con tratamiento es la queratitis actínica. Sin embargo, todas las demás patologías son irreversibles y casi imposibles de curar a través de la cirugía. “Sólo en algunos casos de daños a la retina hay tratamiento, pero lamentablemente son muy limitados”
Por eso, más vale una adecuada protección que considere el uso de lentes de sol con materiales que filtren entre el 99 y 100% la radiación UV, entre ellos el Policarbonato, un material que incluso siendo transparente filtra casi en un 100% estas radiaciones. El vidrio y otros polímeros utilizados en el diseño de lentes de sol, deben tener capas protectoras para elevar los índices de filtración UV. “Los lentes de sol de mala calidad aunque se vean oscuros, no aseguran que tengan estas capas. Hay que exigir que el filtro sea UV 400”, concluye.