La displasia de caderas afecta a uno de cada 500 niños nacidos en nuestro país, pero el pronóstico es bueno cuando la detección y el tratamiento son precoces, explica la Dra. Mireya Mellard, traumatóloga infantil de Clínica Ciudad del Mar.
Una sencilla ecotomografía o radiografía de rutina a los tres meses de vida o incluso una ecografía prenatal permiten diagnosticar la displasia de caderas, una enfermedad que altera el desarrollo normal de cadera y suele ser hereditaria. En todos estos casos, la detección precoz resulta clave para el inicio oportuno del tratamiento y la obtención de una buena respuesta.
Bajo este diagnóstico, la cabeza del fémur y la cavidad donde se inserta no encajan bien. Sin tratamiento, con el tiempo se produce un desgaste del cartílago que cubre la articulación que puede llegar hasta a una artrosis precoz de la articulación.
“Como se trata de un trastorno del desarrollo, una vez que se detecta la displasia de cadera el tratamiento consiste en estimular la maduración de ésta”, enfatiza la Dra. Mireya Mellard, traumatóloga infantil de Clínica Ciudad del Mar. “Eso se consigue manteniendo una abducción de las extremidades (separando las piernas) con el fin de formar el techo acetabular y lograr la aparición de la consolidación de la cabeza femoral”, agrega.
La traumatóloga explica que el diagnóstico es netamente imagenológico y no hay señales del cuerpo que puedan indicar que se padece de una displasia. “La diferencia entre la ecotomografía y la radiografía radica en que la primera no irradia y es capaz de detectar precozmente el potencial de respuesta al tratamiento”, señala la dra. Mellard. Pero, agrega, “su utilidad disminuye cuando ya existe osificación del fémur y es entonces cuando la radiografía adquiere importancia para evaluar la respuesta al tratamiento”.
El mecanismo de tratamiento depende de la severidad de la condición y va desde utilizar un doble pañal en displasia muy leve o un cojín de abducción de frejka en las displasias moderadas, hasta las correas de pavlik en displasias severas. Sin embargo, existe un porcentaje pequeño de pacientes que no responde al tratamiento y puede requerir alguna cirugía posterior a los 10 meses.
La especialista de Clínica Ciudad del Mar enfatiza en lo fundamental que es un diagnóstico y tratamiento precoz, sobre todo en las displasias severas, pues eso disminuye significativamente las probabilidades de tener que realizar una cirugía. “De hecho, si no se diagnostica antes de que el lactante comience a caminar, se puede provocar el desplazamiento de la cabeza femoral, saliendo de la articulación. Incluso, en largo plazo una displasia mal tratada o con evolución tórpida puede llevar a una artrosis precoz de la articulación.