Llanto, irritabilidad y rechazo a la alimentación son algunos de los síntomas que presentan los pequeños en edad pediátrica y que junto a una hinchazón o bulto en la zona inguinal, dan cuenta de una hernia, la cual tiene el riesgo de que el intestino desplazado en el conducto se estrangule, razón que determina que toda hernia inguinal deba ser operada.
Así lo explica el Dr. Eduardo Focacci, cirujano – urólogo pediátrico de Clínica Ciudad del Mar, quien confirma que entre 1 a 3% de los niños nacidos pueden tener hernia, siendo más frecuente en los recién nacidos prematuros y también en los hombres, quienes presentan hernias nueve veces más que las niñas.
“El tratamiento siempre es quirúrgico. No se trata de una urgencia inmediata, sin embargo la recomendación es intervenir a la brevedad para evitar complicaciones que se pueden producir con el atascamiento de la hernia, arriesgando la vitalidad de algún segmento intestinal o alguna gónada”.
De esta forma, el tratamiento consiste en el cierre de la comunicación entre la cavidad abdominal y el conducto inguinal y la extirpación del saco herniario, el cual se puede realizar a través de cirugía tradicional mediante una pequeña incisión inguinal o bien por vía laparoscópica.
La presencia de una hernia inguinal se puede confirmar durante un examen físico. El 38 % de las hernias se descubren en los primeros 6 meses de vida, y al año, ya se ha constatado el 50%. La masa puede aumentar de tamaño al toser, agacharse, levantar algo o hacer un esfuerzo. Ante la duda diagnóstica, una ecografía inguinal resulta de utilidad.
“Es un procedimiento sencillo y en la mayoría de los casos los niños pueden volver a su casa el mismo día de la intervención. No requieren más de 2 ó 3 días de reposo y a la semana retoman sus actividades. Una vez que la hernia está cerrada, es muy improbable que reaparezca”, concluye el especialista.