Enfermedad Renal Crónica: producto de los malos hábitos de la población

La enfermedad renal crónica (ERC) se define como la presencia de daño renal o la disminución en la función renal, expresada por  un aclaramiento de creatinina provocando una pérdida progresiva e irreversible en las funciones renales. Según un estudio de la Sociedad Chilena de Nefrología, se proyecta una incidencia  progresiva de esta patología en los próximos 10 años.

Según argumenta el Dr. Helmuth Goecke, nefrólogo de la Clínica Ciudad del Mar, “la prevalencia ha aumentado debido al estilo de vida y hábitos de nuestra población: la obesidad, el alto consumo de sal, el tabaco, la hipertensión y la diabetes mellitus son factores de riesgo en nuestra sociedad”.

La principal forma de prevenir la ERC es evitando los hábitos descritos anteriormente y controlando periódicamente los exámenes de pesquisa. El nefrólogo sostiene que “la  prevalencia de ERC es conocida precisamente sólo en las etapas más avanzadas y al llegar a diálisis” (actualmente entre 15.000 y 16.000 pacientes se dializan en el país), pero la población afectada en niveles menos avanzados sería al menos 100 veces más frecuente).

El Doctor Helmuth cree que este “es un problema grave de salud pública, ya que se asocia a una importante morbilidad y mortalidad cardiovascular. Los pacientes renales se mueren de enfermedad cardiovascular (infarto al miocardio, insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular), la que está mucho más expresada que en la población general, y no directamente por la insuficiencia renal, ya que las terapias de sustitución renal impiden este hecho”.

La enfermedad renal crónica puede ser absolutamente asintomática y sólo descubrirse como hallazgo haciendo exámenes y/o imágenes renales. El daño del riñón se diagnostica, habitualmente, mediante marcadores y rara vez es necesario realizar una biopsia renal, por lo que muchas veces no se logra determinar la enfermedad que lo originó.

Los principales indicadores de daño renal son una elevación de la creatininemia, uremia y la excreción urinaria de proteínas elevada.

“El padecimiento de esta enfermedad se puede detectar midiendo en sangre la concentración de creatinina (creatininemia), la uremia o nitrógeno uréico y haciendo exámenes de orina para medir microalbuminuria o proteinuria, además de evaluar la presencia microscópica de sangre o glóbulos blancos. Por otra parte, exámenes como una ecotomografía abdominal o una tomografía computarizada, pueden mostrar anomalías estructurales de los riñones”, explica el especialista.

“Los tratamientos dependen directamente de la enfermedad responsable del deterioro de la función renal y, por otra parte, de las medidas llamadas “inespecíficas”, que son útiles independientemente de la enfermedad originaria.

Estas últimas son: manejo óptimo de la hipertensión arterial, disminución de la pérdida de proteínas urinarias, disminución del consumo de sal y evitar elementos nocivos para el riñón, como el hábito tabáquico, los analgésicos antiinflamatorios y los laxantes fosforados”, concluye el Doctor Goecke.